¿Tienen hambre? comen.
¿Tienen sueño? duermen.
¿Necesitan moverse? emprenden su camino.
¿Necesitan aparearse? buscan pareja y lo hacen.
Así de simple e inmediato en el momento en que sintieron la necesidad. Sin buscar excusas para evitar alguna, sin poner obstáculos que le impidan hacer otra.
Dicen que las aves son las que más pueden vivir, experimentar y sentir. A pesar de tener depredadores, estas poseen unas increíbles alas para volar...escapar...saborear la libertad.
Lastimosamente no todas son así pues esta es la historia de unas aves distintas. Una gran familia que, como todas, tuvieron sus dificultades como también sus momentos felices.
Excepto por una pequeña ave integrante de aquella familia. Convirtiéndose en el mayor cuando dos pichones mas salieron de sus huevos. Se sintió raro, pues la felicidad de no tener que estar solo se fue tan rápido como llegó, porque a pesar de que no era culpa de ellos, la felicidad se fue desde que ellos aparecieron.
Él ya no importaba, no del todo.
Ahora tenia que crecer rápido porque era el mayor y tenia que dar el ejemplo.
Ahora tenia que crecer rápido porque, a pesar de haber mas aves, todas las responsabilidades le tocaban a él.
Era el mayor.
Pensó que todo eso era porque las aves chiquitas necesitaban más cuidados y atenciones y si era...O mejor dicho, debía ser. Pues a medida que fueron creciendo los tres el amor ya no era equitativo, o así lo veía él, alimentando mas su pensamiento de que ya no importaba más. Ya no era querido.
El siempre trataba de colaborar en todo lo necesario para recuperar ese amor familiar. Fue bueno en sus clases de ave, fue bueno en sus clases de canto, fue bueno ayudando en el nido. Trató y trató de ser bueno, pero no era suficiente.
Siempre cometía un error y nadie notaba sus esfuerzos. Ni sus sentimientos. Ni sus pensamientos cuando los dejaba salir. Simplemente...Nadie la notaba.
Y todo ese amor familiar era dirigido a las pequeñas aves menores, sus hermanos. El amor de padre y madre pertenecía al ave menor y el amor de tíos y abuelos pertenecía al ave del medio. Nadie le daba amor al ave mayor.
Tal vez aun no lo merecía. No era digno.
No había comida. No había hogar. Y el calor de lo que fue, empezó a ser llenado con el frio del pronto invierno.
Dos meses después, el jefe ave tuvo que partir a buscar un lugar que les otorgase suficiente comida a la familia.
Eso abrió los ojos del ave mayor y empezó a esforzarse mas sin importar que no lo notaran.
Empezó a buscar y a buscar comida.
Empezó a estudiar y estudiar para graduarse con honores.
Y empezó a colaborar y ayudar en cualquier cosa que en el nido necesitasen.
Y el momento llegó. el de irse a volar. Pero algo pasó y es que, en cada intento que daba para volar, la jefa ave se lo impedía.
Cada vez más duro.
Cada vez más cruel.
Cada vez más sin sentido.
No entendía ¿Acaso tenia miedo de que no la ayudase más con el nido? ¿o con sus hermanos?
No entendía y tal vez nunca más lo haría porque aquella noche aprovechó que la jefa ave no estaba de guardia y escapó del nido. Aprovechó que todos estaban dormidos y se escabulló. Aprovechó que la luna la acompañaba y voló.
Cayó en picada, sintiendo el aire en su rostro. Saboreando la liberta entre la ranura de su pico. Oliendo todo lo posible para recordar con fuerza ese día…
El día en que lo intentó.
Porque mientras caía en picada pensando en alzar vuelo pronto, se dio cuenta que no lo hacia no porque quisiera sentir mas para recordar mejor. Simplemente no lo hacia porque no podía. Ya no.
Por qué ya no tenia alas, estaban dañadas...
Por qué ya no tenia nada, si ahora le quitaron todo...
Y trató, porque nadie puede quitar que lo hizo. Él trató y trató, y lloró y gritó deseando alzarse.
Y agitó y agitó aunque le dolieran las alas, punzándole.
Y fue cuando lo vio cada vez más y más acercándose.
El suelo abrazándole. Y la noche estrellada cantándole. Junto a la luna llorándole; pidiéndole perdón por esa vida en mate mientras él, en paz, supo que lo intentó a la vez que sonreía recordando esa canción que le susurraba:
Inténtalo mejor en esa otra vida.
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